¡Chau dedo! ¡Chau mamadera! ¡Chau chupete!

No existe la edad exacta para que un niño logre dejar de chuparse el dedo  y  usar el chupete o la mamadera. Cada niño y cada familia tienen sus propios tiempos. Sin embargo, es necesario ayudar al niño a que pueda vivir este momento no como una pérdida sino como una etapa importante  del crecimiento. Para ello será necesario “mirar” al niño y prestarle atención para saber si está o no preparado para estos cambios… o mejor dicho, si” estamos preparados para estos cambios.”
Alrededor de los dos años, un niño ya puede dejar la mamadera y utilizar en su lugar un vaso con piquito o pajita o un vaso común. Existen muchos modelos y muy atractivos, con colores , formas y dibujos variados. Será bueno proponerle al niño ir juntos a comprar el vaso para que él pueda elegir el que le guste  y festejar juntos que creció y que ya no toma la leche en la mamadera. Puede también regalarle la mamadera a un bebé recién nacido o llevarla a algún lugar donde haya niños para que puedan usarla. Como todo cambio, será conveniente que el niño pueda dejar la mamadera en forma gradual, dejando para lo último aquellos momentos que puedan resultarle más difícil, como por ejemplo antes de dormir o a la mañana al despertarse.
Al dejar la mamadera puede pasar que empiece a tomar menos leche por un tiempo hasta que se acostumbre al nuevo cambio. Por lo tanto es importante ofrecerle otros alimentos que sean lácteos como queso, yogur, postrecitos, etc.
Entre los 18 y 24 meses, es decir, entre el año y medio y los dos, es conveniente ayudar a los niños  a acotar los tiempos en los que usa el chupete, para que tengan su boca libre para  comenzar a hablar. Decirle “chau” al chupete es una de las despedidas más difíciles que el niño tiene que realizar para ingresar al mundo de los niños más grandes. La succión produce mucho placer y, en determinado momento, le decimos que tiene que resignarlo.El chupete pudo haber estado presente para calmar dolores, tristezas, esperas o para simplemente succionarlo por el placer  mismo de hacerlo. Pero como todo objeto en la vida de los  niños cumple su función en un momento determinado y pasado el mismo, puede complicar o retrasar  algún nuevo logro o aprendizaje.Para que la despedida sea menos dolorosa tiene que sentir que hay alguna ganancia en esto. ¿cuál sería? El ingreso al universo de las palabras, del lenguaje y la comunicación con los demás. La necesidad de hacerse entender mejor y  pedir lo que necesita. No es fácil lograrlo solo, para ello necesita ayuda. Y esa ayuda es hablar con él acerca de ir pensando en decirle “chau” al chupete. Es recomendable explicarle que entendemos que no le guste la idea pero que va a ser bueno para él. También le diremos en qué momentos va a usar el chupete hasta que pueda dejarlo. El día que se tome la decisión es importante no volver atrás, sostenerlo y entender que puede enojarlo. Será entonces necesario que se busquen alternativas como por ejemplo leer un libro juntos a la hora de dormir o elegir un muñeco o un juguete que lo acompañe.
La mayoría de los niños dependen mucho de chupar el  dedo para relajarse y dormirse por la noche y durante la siesta. Este hábito al dormir es la parte más fuerte del comportamiento y la que toma más tiempo en eliminar. Es importante tratar de superar el problema de noche al mismo tiempo que se lo trata de superar de día, para reducir la frustración y aumentar la probabilidad de éxito. Cuando es bebé, este hábito puede reemplazarse ofreciéndole un chupete. A diferencia del pulgar, el chupete se puede controlar cuando el niño crezca porque uno se lo puede quitar. Si el niño tiene más de 1 año de edad y se chupa el  dedo porque está aburrido, se lo puede  distraer dándole algo para hacer con las manos sin mencionar su inquietud porque  se chupa el dedo. De vez en cuando será bueno elogiarlo por no chuparse el dedo.
La mayoría de los niños de 5 años de edad ya puede razonar y están en una etapa de desarrollo en la que pueden cooperar con los padres y tratar de superar un mal hábito. Deben poder comprender la relación entre causa y efecto, la capacidad para distinguir el  bien del mal.
Primero, se lo puede convencer, mostrándole cómo se le pueden arruinar los dientes y afectar otras partes
del cuerpo: se puede utilizar un espejo para que vea la distancia entre los dientes de arriba y los de abajo, la piel áspera y arrugada  que tiene en el pulgar. Si el hábito persiste, será bueno consultar con el pediatra para que realice una derivación al especialista.
A través de la succión se producen las primeras interrelaciones del niño con su madre. Inicialmente será el pecho, luego el chupete, la mamadera, el pulgar y otros objetos. Cuando el niño ingresa al jardín de infantes ya estaría madurativamente  preparado para haber superado las primeras etapas y actuar más  independientemente.
Lic. Daniela G. Pota. Psicopedagoga

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